Cuando Barbie se hizo emprendedora

Pediatra, veterinaria, azafata de vuelo, profesora, periodista (que al parecer fue la que más caló), diseñadora, patinadora…¡y hasta Escarlata O’Hara!

En mi tierna infancia, eso fue todo cuanto quise ser. No se crean que tenía más ganas que cualquier otra niña de comerme el mundo ni que conocía lo más mínimo las implicaciones que conllevaban cada una de estas profesiones. No. Yo, como la gran mayoría de las chiquillas de mi generación era solo una niña a una Barbie pegada. Y yo, como muchas de ellas, anhelaba el coche descapotable, la mansión rosa, un Ken hecho a medida y dedicarme a todo lo que Mattel dispusiese como digno de su juguete estrella.

 

“Mamá, quiero ser…”

La pediatra, la veterinaria, la periodista…todas ellas fueron mis compañeras de juegos y las que despertaron en mí ese tan popular “Yo de mayor quiero ser…!” Abstraída en mis pensamientos me dispongo a buscar en Internet, movida por unos recuerdos tan tiernos como lejanos. Descubro que Barbie, que acumula la friolera de 55 años entre pecho y espalda, ha tenido 150 profesiones, algunas tan dispares como astronauta o entrenadora de delfines. Pero la sorpresa mayúscula llega cuando veo el último movimiento de la emblemática marca de muñecas, la apuesta para 2014 de Mattel, la (¡OH, DIOS MÍO!) Barbie Emprendedora (perfil de LinkedIn incluido).

Y no se crean que la archifamosa rubia deja atrás los tópicos en esta nueva faceta suya tan…2.0. Llamémoslo así. Vestido de tubo, coleta impecable, maletín, smartphone y tablet en mano, me queda clara la respuesta a esa pregunta que ya hace meses me planteé: el emprendimiento es la nueva moda.

Pero ahí sale Michelle Chedoni, portavoz de Mattel, a desmentirlo, alegando que se trata de apoyar una realidad cada día más palpable:

Siempre intentamos que las profesiones de Barbie sean un reflejo de los tiempos que corren. Las mujeres emprendedoras son más frecuentes ahora y están creciendo en número. Es un buen modo de animar a las niñas a que aprendan sobre este rol.

Llegados a este punto (y aún con/y a pesar de la imagen de la muñeca modelo reconvertida en empresaria de éxito a base de vestido ceñido y tablet en mi cabeza), no puedo quitarle razón. Por suerte. El nuevo milenio ha permitido a las mujeres no solo subir el dobladillo de sus faldas, sino subir un escalón en la escala de poder. Un paso todavía insignificante para muchas voces que piden más, un salto sin precedentes para generaciones anteriores y para esa parte del planeta que, aún a día de hoy, vive a la sombra de la testosterona.

Para muestra, un botón: Mary Barra al frente de General Motors, Gianni Rometty haciendo lo propio en IBM, Indra Nooyi en PepsiCo. Y vamos más allá del mundo empresarial. Janet Yellen en la Reserva Federal, Christine Lagarde en el Fondo Monetario Internacional. Angela Merkel en Alemania, Michelle Bachelet en Chile, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. El cambio está ahí. Está aquí.

 

La Piedra Rosetta de la economía

Quizá para muchos/as la importancia de este tema sea todavía puramente ética, limitando el valor de la mujer en el mundo laboral, en las esferas de poder del mismo, a razones de justicia, de equidad. Al cumplimiento de unas cuotas que impulsan el género, no el mérito, de eso que llaman paridad de género. Pero los datos, a diferencia del marketing institucional, nos dicen que se trata de algo mucho más importante.

El documento de análisis del FMI “Las mujeres, el trabajo y la economía: beneficios macroeconómicos de la equidad de género” pone así de manifiesto que desde el punto de vista macroeconómico, la equidad de género, traducida simplemente en una mayor participación de la mujer en la vida económica, puede impulsar el ritmo de incremento del PIB, elevar el crecimiento potencial y compensar la caída de la población activa. De este modo, subraya que “las pérdidas del PIB per cápita atribuibles a disparidades de género en el mercado laboral llegan hasta el 27% en determinadas regiones”. Llevado a la práctica y citando algunos ejemplos, esta incorporación de la mujer a la fuerza laboral haría que el PIB de Estados Unidos se incrementase un 5%, en Japón un 9%y hasta un 34% en Egipto (Fuente: El País).

La mujer se alza, en base a ello, como el mayor estímulo aplicable a las economías mundiales, como paliativo a la débil recuperación experimentada en la mayor parte de países tras la crisis financiera mundial.

No es de extrañar que el peso recaiga del lado de las mujeres, ni tampoco es una novedad. Solo hay que hacer memoria y recordar que tras la Segunda Guerra Mundial fue esta misma incorporación (todavía tímida por entonces) de la mujer al mundo laboral, sumada obviamente a los avances tecnológicos, los instrumentos que garantizaron el resurgir económico.

Otros estudios, como el desarrollado por el instituto de investigación de Credit Suisse, destacan la importancia del rol femenino en los consejos de administración de las empresas alegando, tras un estudio realizado en base a 2.360 compañías a lo largo de seis años, que las empresas con al menos una mujer en sus consejos de administración tienen, de media, mayor rentabilidad bursátil, menor ratio de endeudamiento y mayor valor en libros.

Otros estudios van un paso más allá. Véase por ejemplo el informe Women’s Entreprenurial Venture Scope, realizado por la consultora The Economist Intelligence Unit para el Banco Interamericano de desarrollo (BID), que asevera que “las mujeres empresarias en América Latina y en el Caribe son potencialmente uno de los recursos más desaprovechados de la región”. En este caso particular, no se trata de legalidad, no es una cuestión de valía, se trata del mero hecho de ser mujer, de una cultura que les impedirá pasar de microempresas en el mejor de los casos, o simplemente salir de la economía sumergida.  Así, según datos del BID y del Banco Mundial, entre el 55% y el 91% de la actividad empresarial de las mujeres latinoamericanas es en el campo de la economía informal o irregular, es decir, economía sumergida.

La hemeroteca a un clic y ejemplos a montones, aunque parece que “todos los caminos llevan a Roma”:

En un mercado laboral donde la mujer aún se encuentra con un “techo de cristal” (¡Tantos techos a tantas alturas a lo largo y ancho del globo!), emprender parece la clave. Eso sí, dejando a un lado vestidos tubo y coletas impecables, poco compatibles con los dolores de cabeza propios de la actividad emprendedora…y más si esta es en clave femenina.

 

El caso español

El caso español no es diferente. La crisis nos ha azotado, vapuleado. Ha dejado una sociedad envejecida, con una bajísima tasa de natalidad. Un paro desorbitado, un empleo precario. Y por ende, un sistema de pensiones que necesita desesperadamente un impulso…¿a base de estrógenos?

En España el 60% de los titulados universitarios son mujeres. En el campo de la investigación, por citar un ejemplo, las mujeres han llegado a alcanzar el 38,5% del total, un dato que se sitúa por encima de la media europea (33%). Sin embargo, sigue existiendo ese tope, ese “techo de cristal” del que hablábamos. Mientras la paridad de género es casi plena en las etapas de máster y doctorado, las mujeres ocupan tan solo el 19,5% de los puestos de mayor status (“Científicas en Cifras”, informe correspondiente al periodo 2008-2013).

En los consejos de las grandes empresas, más de lo mismo. Un insignificante 16,8% de media en lo que a mujeres se refiere en los consejos de las empresas que forman parte del Ibex35. En Europa, un 17,8%. Ambas cifras muy alejadas del objetivo mínimo del 40% dispuesto por la Comisión Europea para 2020.

El caso de las emprendedoras sigue el patrón establecido. En España emprender sigue siendo cosa de hombres: “En 2013, seis de cada diez emprendedores en cualquiera de las fases del proceso emprendedor eran de género masculino” (Informe GEM España 2013). Sin embargo, en este campo, el del emprendimiento, los cambios parecen ser importantes. “Pasito a paso el sendero”, que decía el cuento.

El diario británico The Guardian resaltaba hace unos meses el hecho de que 800.000 emprendedoras españolas han creado negocios desde 2008. El diario londinense hace hincapié en lo notorio de la noticia por tratarse de un mundo empresarial, el español, “jerárquico y dominado por hombres”. Destaca así una lista de jóvenes mujeres que han dado rienda suelta a sus ideas y se han convertido en auténticas emprendedoras a imitar.

 

Cuestión de estrógenos

Son muchos datos, son muchas cifras…muchas metas. Pero lo más importante es que la luz al final del túnel es una realidad, no una quimera. Las cosas empiezan a cambiar para las mujeres.

Quizá Mattel no se haya confundido. Quizá el mundo hubiese necesitado muchas Barbies emprendedoras para reconocer el importante papel que juegan las mujeres, empezando por nosotras mismas. Los estudios, las cifras, nos otorgan ahora el papel que hemos perseguido durante siglos. Las fuerzas las ponemos nosotras, la historia nos avala. Dejemos los vestidos de tubo a un lado. Sea como fuere, es cuestión de estrógenos. Es nuestro turno.

 

Míriam Rey  

Departamento de Comunicación

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